Se ha demostrado que la relajación
puede convertirse un recurso de gran ayuda para el control de los efectos
secundarios derivados de los tratamientos del cáncer, como pueden ser la
quimioterapia y la radioterapia. El simple hecho de realizar técnicas de
relajación durante unos minutos al día ayuda a disminuir la tensión y el
malestar general.
Existen muchas técnicas de
relajación, que podremos ir seleccionando y perfeccionando a medida que vayamos
conociendo cual es la que más nos favorece.
Ayuda
a percibir la relajación observando el contraste de sensaciones que se
experimentan al tensar y destensar voluntariamente los diferentes grupos
musculares.
Para
facilitar la realización de cada ejercicio te indicaremos con la palabra
“Ahora” el momento en que debes tensar los músculos, y con la palabra
“Relájate” el momento en que debes comenzar a soltarlos.
No
fuerces la tensión hasta que resulte incómoda o dolorosa, presiona únicamente
los músculos para hacerla más evidente.
Indicada
para personas con mayor dificultad para concentrarse.
No
indicada para personas con presión arterial elevada.
En
el caso de que se padezcan dolores musculares, se recomienda no ejercer presión
en los músculos con dolor.
Con
esta técnica aprenderás a mantener un patrón de respiración rítmico y profundo.
Ayudándote
del abdomen, aprenderás una técnica para manejar mejor situaciones puntuales de
crisis.
Comenzarás
tomando aire por la nariz, llevándolo hasta el final de los
pulmones, e inflando voluntariamente el abdomen. A continuación
retendrás unos segundos la respiración y expulsarás luego lentamente el aire
por la boca.
El tratamiento dependerá de la
localización del tumor y del estadio en el que se encuentre.
Entre los tratamientos posibles
se encuentran la cirugía, la quimioterapia, la terapia biológica y la
radioterapia. En función de si el cáncer se encuentra en el colon o en el
recto, se empleará un tipo determinado de tratamiento acorde a las necesidades
del paciente.
Los tratamientos se agrupan en
terapia local y terapia sistémica:
La terapia
local consiste en extirpar o eliminar el cáncer mediante cirugía o
radioterapia. De esta forma se puede controlar el cáncer en áreas determinadas
del cuerpo.
La terapia
sistémica consiste en la administración de fármacos a través del torrente
sanguíneo para destruir y controlar el cáncer por todo el organismo. Estas son
la quimioterapia y la terapia biológica.
A menudo estos tipos de
tratamiento provocan efectos secundarios que se podrán ir controlando a medida
que vayan surgiendo, ya que aunque existen una serie de efectos secundarios
comunes, estos también dependerán del tipo y de la extensión del tratamiento,
haciendo que sean diferentes entre una persona u otra. Por esta razón se deberá
informar al paciente antes de iniciar el tratamiento, de los posibles efectos
secundarios que puedan surgir, así como de las medidas para ayudar a
manejarlos.
Intervención quirúrgica
Es el tratamiento más común para
tratar el cáncer colorrectal. Mediante la cirugía se extirpa una parte del
colon o del recto, volviendo a unir las partes sanas. En el caso de que sea
imposible volver a unirlas se procede a realizar una apertura para que salga el
material fecal al exterior (estoma). Por lo general, esta medida suele ser
temporal en la mayoría de los pacientes, salvo en aquellos con un tumor en la
parte inferior del recto, en los que el estoma suele establecerse de forma
permanente. La cirugía puede ser por:
Colonoscopia.
El tumor se extirpa utilizando un colonoscopio. Es método útil para eliminar
tumores pequeños.
Laparoscopia.
Se realizan tres o cuatro incisiones en el abdomen por los que se introduce un
laparoscopio con el que ver y extirpar el tumor o parte del colon. Esta técnica
permite a su vez extirpar ganglios linfáticos cercanos y la exploración
exterior del colon.
Cirugía
abierta. Se diferencia de la laparoscopia, en que solo se
realiza una incisión de gran tamaño para visualizar el colon sin necesidad de
ningún aparato (laparoscopio).
Imagen 1. Resección del colon.
Si quiere conocer más sobre la
ostomía, puede consultar el siguiente enlace, http://www.boloncol.com/boletin-22/paciente-ostomizado.html,
donde encontrará la clasificación, las posibles complicaciones, los
dispositivos para el cuidado, los cuidados de la piel e indicaciones sobre la
dieta.
Imagen 2 y 3. Colostomía.
Quimioterapia
La quimioterapia consiste en la
administración de fármacos anticancerosos en el torrente sanguíneo de modo que
pueda afectar a todas las células cancerígenas del cuerpo.
Por lo general, este tipo de
medicamentos se administran por vía intravenosa, aunque algunos pueden
administrarse por vía oral. Se administran de forma ambulatoria, de modo que el
paciente puede permanecer en su casa sin necesidad de ingresar en el hospital.
Estos fármacos también presentan efectos secundarios en función del tipo de
fármaco y de la dosis, que suelen desaparecer tras finalizar el tratamiento.
Estos efectos secundarios se suelen producir debido al daño de células
normales, entre las que se encuentran más habitualmente:
Células
de la sangre. El daño de estas células provoca el aumento de infecciones,
alteraciones de coagulación, debilidad y cansancio.
Células
de las raíces del pelo. Da lugar a la caída del pelo, que aunque vuelve a
crecer, es posible que cambie el color y la textura.
Células
del tracto digestivo. Es la causa de la falta de apetito, náuseas y
vómitos, diarrea y llagas en la boca y labios.
Vídeo: Consejos para cuidarte durante la quimioterapia.
Radioterapia
Este tipo de tratamiento consiste
en la aplicación de radiaciones ionizantes de alta energía para eliminar las
células tumorales.
La radioterapia tiene un papel
muy importante en el tratamiento de cáncer de recto, mientras que en el cáncer
de colon no suele utilizarse de forma rutinaria, ya que ambos presentan una
evolución diferente. El cáncer de recto suele reaparecer en la misma zona de la
intervención, mientras que las células del cáncer de colon se suelen diseminar
a otros órganos.
En función del momento en el que
se administre, la radioterapia presenta una finalidad diferente:
Antes de
la cirugía: Se realiza para disminuir el tamaño del tumor, reduciendo las
probabilidades de que las células puedan diseminarse durante la cirugía.
Después
de la cirugía: Para eliminar las células cancerígenas que no se hayan
eliminado tras la intervención.
La radioterapia puede aplicarse
de forma interna o externa:
Externa.
Se emplea una máquina externa (acelerador lineal). Generalmente, los pacientes
acuden al hospital cinco días a la semana para recibir el tratamiento con dos
días de descanso. Durante el proceso el paciente suele estar boca abajo y debe
permanecer quieto en una camilla. La piel se marca con tinta para ayudar a
establecer el punto exacto en el que se va a recibir la radiación. Para reducir
los efectos secundarios, la dosis se fracciona en varias sesiones que pueden
durar desde 5 días a 6 semanas. No es un tratamiento doloroso.
Imagen 4. Acelerador lineal.
Interna.
Se realiza mediante radiación por implante o braquiterapia, que consiste en la
introducción de material radiactivo dentro de un tubo (endoscopio ancho) que se
coloca dentro o cerca del tumor. Se emplea en casos muy específicos. El
paciente debe permanecer en el hospital y se retirará el implante antes del
alta del paciente.
Los efectos secundarios se
producen en función de la cantidad de radioterapia y de la localización y
suelen desaparecer tras terminar el tratamiento. Cuando la radioterapia se
administra en el abdomen y la pelvis, se suelen producir náuseas, vómitos, diarrea
y de posiciones repentinas en ocasiones con sangre. La piel del área radiada
puede enrojecerse, resecarse y hacerse más sensible.
Se recomienda descansar bastante
durante el periodo en el que se recibe radioterapia, ya que el tratamiento
suele producir mucho cansancio. Aunque también es importante mantener activo
tanto como sea posible.
Terapia biológica
En la terapia biológica se introducen anticuerpos
monoclonales, que se unen a las células cancerosas interfiriendo en su
crecimiento y diseminación. Suelen administrarse junto al tratamiento de
quimioterapia. Los efectos secundarios dependerán del tipo de cuerpo monoclonal
empleado. Entre los efectos secundarios más comunes se encuentran sarpullido,
fiebre, dolor abdominal, vómitos, diarrea, cambios en la presión arterial,
sangrado y problemas respiratorios. Generalmente los efectos secundarios son
más acentuados en el primer tratamiento, siendo más leves en administraciones
posteriores.
En primer lugar, el paciente
acude a consulta con una serie de síntomas que pueden hacer pensar en la
presencia de cáncer colorrectal, y que por lo tanto deberán llevar a la
realización de las pruebas pertinentes para su diagnóstico definitivo.
El cáncer colorrectal presenta un
crecimiento lento, por lo que puede demorarse mucho su diagnóstico desde el
inicio de la enfermedad hasta que comienzan a presentarse los primeros
síntomas.
SIGNOS Y SÍNTOMAS
A continuación se muestran los
signos y síntomas más habituales en el cáncer colorrectal. Sin embargo, la
aparición de estos síntomas no quiere decir que se padezca este tipo de cáncer,
pudiendo deberse a otra causa diferente. Por esta razón, es importante acudir a
un médico ante la aparición de alguna de estas señales, de modo que un médico
pueda valorar la necesidad o no de realizar pruebas complementarias.
Cambios en la rutina intestinal,
que suele manifestarse como estreñimiento o diarrea de carácter fijo o
alternante. Estos cambios de hábitos son característicos de tumores localizados
en colon izquierdo.
Sensación de vaciamiento
incompleto tras la defecación.
Hemorragia digestiva baja
(rectorragia o hematoquecia). Esta hemorragia puede deberse a:
Presencia de vascularización anómala.
Presencia de ulceraciones.
Friabilidad a causa del roce por el paso de las
heces.
Sangrado lento y crónico.
En los tumores de
colon derecho, el sangrado puede pasar desapercibido, mientras que en los
tumores de colon izquierdo y de recto y sigma, el sangrado suele ser habitualmente
visible.
Anemia ferropénica. Suele ser la
causa de cansancio constante.
Síndrome rectal con tenesmo y
urgencia defecatoria. Este cuadro se asocia generalmente con sangrado rectal
solo o con deposiciones, que a su vez pueden presentar moco.
Dolor o masa abdominal palpable.
Suele presentarse en tumores de estadio avanzado.
Síntomas generales:
Astenia.
Anorexia.
Pérdida de peso.
Síntomas específicos por la
presencia de metástasis:
Ictericia: metástasis hepática.
Ascitis: carcinomatosis peritoneal.
Hematuria y/o polaquiuria ante invasión vesical.
Emisión de heces a través de la vaginal.
Complicaciones locales:
Oclusión intestinal.
Perforación (poco frecuente).
Formación de abscesos y fistulas.
PRUEBAS DE LABORATORIO Y MÉTODOS DIAGNÓSTICOS
Ahora veremos las posibles
técnicas que pueden emplearse para establecer el diagnóstico y el estadio del
cáncer colorrectal. Es importante tener en cuenta que no es necesario realizar
todas las pruebas para establecer un diagnóstico, pues cada prueba tiene su
función y se aplicarán en función de otros criterios, como la presencia de
determinados signos y síntomas, el descubrimiento de hallazgos en otras
pruebas, la imposibilidad para realizar determinados procedimientos, etc., que
irán en función de los criterios médicos que se den en cada paciente.
Las pruebas más comunes y que han demostrado una gran eficacia en el diagnóstico precoz del cáncer, entre las que se muestran a continuación, son el test de
sangre oculta en heces (TSQH), la colonoscopia y el enema opaco.
PRUEBAS DEL LABORATORIO
Test de sangre
oculta en heces (TSOH)
El test de sangre oculta en heces
no se utiliza como método único para determinar el diagnóstico de cáncer
colorrectal, ya que presenta ciertas limitaciones entre las que se encuentra,
que lo cánceres puede sangrar de manera intermitente y que la causa del
sangrado puede tener diferentes orígenes. Por estas razones, la prueba debe
realizarse en diferentes ocasiones. En determinados países se ha demostrado que
el muestreo múltiple puede ayudar a reducir significativamente la mortalidad
por este tipo de cáncer.
Este tipo de test requiere de
restricciones dietéticas para evitar que se puedan producir falsos positivos y
falsos negativos, habiendo demostrado una sensibilidad entre el 27 y el 57%.
Entre los alimentos que pueden provocar un falso positivo se encuentran las
carnes rojas y determinados vegetales y frutas que contienen peroxidasa. A su
vez, se pueden dar falsos negativos en personas con cáncer colorrectal no
sangrante y pólipos en personas que toman vitamina C.
Habitualmente, el hallazgo
positivo de sangre oculta en las heces, se utiliza como motivo para la
realización de métodos diagnósticos invasivos para determinar la presencia o no
de cáncer colorrectal o de un adenoma colónico. La técnica diagnóstica de
elección es la colonoscopia.
Vídeo: Test de cribado del cáncer de colon.
Marcadores
tumorales
Existen determinados marcadores
tumorales que pueden indicar la presencia de cáncer colorrectal. El marcador de
referencia en este tipo de cáncer es el antígeno carcinoembrionario (CEA).
Además, existen otros como los antígenos carbohidratos CA 19.9, CA 72.4 (TAG-72
y CA 50; El antígeno polipeptido tisular (TPA); el antígeno tisular específico
(TPS); el inhibidor tisular de matoloproteinasa 1 (TIMP-1), y el oncogenes
(K-ras y p53) Estos mascadores no se recomiendan para el cribado del cáncer de
colon, ya que también pueden estar aumentados en ante tumores benignos, por lo
que se utilizan como apoyo de otros métodos diagnósticos, para determinar el
pronóstico, y en el control de la respuesta al tratamiento quimioterapéutico.
El marcador CEA es el que juega
un mayor papel:
Es un marcador sensible en el diagnóstico de
metástasis hepática.
Una mayor concentración de CEA indican un mayor
tamaño tumoral y por lo tanto un peor pronóstico.
Se utiliza para comprobar la recidiva local o a
distancia en pacientes que han sido tratados quirúrgicamente. Tras la
intervención, los niveles de CEA deben normalizarse tras 1 a 4 meses. Si esto
no ocurre, deberá considerarse en la resección ha sido incompleta o que existe
recurrencia.
Permite controlar la respuesta al tratamiento
quimioterápico ante enfermedad avanzada.
MÉTODOS DIAGNÓSTICOS
Colonoscopia
Es la prueba de elección para la
detección del cáncer colorrectal, ya que constituye una de las pruebas más
precisas, con una sensibilidad para la detección de este tipo de cáncer y de
sus lesiones precursoras de un 95%. Se realiza habitualmente tras la
comprobación de la existencia de sangre oculta en heces.
Esta técnica permite la
visualización del colon y la toma de muestras para estudio anatomopatológico.
Por lo general, se toman entre 4 y 6 muestras de biopsia para establecer el
diagnóstico.
En la actualidad, existen
diferentes modalidades endoscópicas, entre las que se encuentran: la
cromoendoscopia, la endoscopia de alta resolución, la endoscopia de
magnificación y la endoscopia con minisondas. De las mencionadas, la más
utilizada es la cromoendoscopia con o sin magnificación. En esta prueba se
aplican colorantes (azul de metileno o índigo carmín) sobre la mucosa para
facilitar la visualización y diferenciación de las lesiones planas.
Antes de llevar a cabo esta
prueba, se debe realizar una limpieza del colon mediante la administración de
laxantes orales.
Aunque se ha demostrado que esta
prueba presenta un nivel de sensibilidad mayor que el enema opaco y la
colonografía-TAC para la detección del cáncer colorrectal, también existen
casos en los que se lleva a cabo un infradiagnóstico, por lo general debido a:
Colonoscopia incompleta, que no llega a alcanzar
el ciego (suele ocurrir en un 5-15% de las veces).
Mala preparación del colon.
Incorrecta interpretación de las lesiones
halladas.
Inadecuada obtención de biopsias.
Las complicaciones más comunes de
la colonoscopia pueden deberse a la preparación, a la exploración (hemorragia y
perforación) y/o a la sedoanalgesia.
Vídeo: ¿Qué es una colonoscopia y cómo se hace?
Vídeo: Colonoscopia virtual. Un nuevo avance.
Enema opaco
Este método se utiliza para
evaluar la obstrucción del colon y presenta una sensibilidad para el
diagnóstico de tumores malignos del 89%. Consiste en la introducción de aire en
el colon tras la expulsión de la mayor parte de la sustancia de contraste
(bario). Para ello es imprescindible una limpieza intestina adecuada mediante
enemas o soluciones laxantes. Con esta técnica se pueden detectar las pequeñas
lesiones de la mucosa intestinal.
El enema opaco de doble contraste
bario-aire, se utiliza cuando la colonoscopia que se ha realizado con
anterioridad ha sido incompleta.
Vídeo: Enema opaco (enema de bario).
Colonografía-TAC
Aunque esta técnica no reemplaza
a la colonoscopia, presenta una alta sensibilidad frente a pólipos de entre 6 y
9 mm. Además este tipo de exploración no requiere sedación ni analgesia, ya que
es mínimamente invasiva. A diferencia de la colonoscopia, esta técnica no
permite la toma de muestras para estudio anatomopatológico.
Se emplea ante la sospecha o el
diagnóstico previo del cáncer colorrectal tras la realización de una
colonoscopia, cuando con esta última no se ha podido alcanzar el ciego.
Tomografía Axial
Computarizada (TAC)
Las indicaciones para la
realización de esta prueba son:
Sospecha de tumor en intestino grueso o de
neoplasia en estadio avanzado.
Ante complicaciones como perforación y/o
abcesificación.
En oclusión aguda del intestino grueso.
Después de la ecografía en pacientes que
presenten una masa abdominal palpable.
Estadificación: para valorar el número y el
tamaño de las lesiones.
Seguimiento: se utiliza para la detección de
metástasis hepática, afectación ganglionar y recidivas locales.
Ecografía
endorrectal
Esta técnica permite la
visualización y la estadificación de tumores hasta en el tercio superior del
recto. Tiene una gran fiabilidad para valorar el nivel de invasión de la pared
rectal.
Se lleva a cabo mediante un
ecógrafo adaptado a un rectosigmoidoscopio.
El problema es de esta prueba, es
que se pueden producir errores en la interpretación de las imágenes, y que
presenta determinadas limitaciones técnicas como la imposibilidad de valorar
los tumores estenosantes, errores de imagen y la producción de artefactos por
la interposición de aire o heces entre el globo y la pared rectal.
Resonancia
magnética (RM)
Consiste en una técnica por
imagen para establecer el estadio local. Se basa en el empleo de campos
magnéticos y en la emisión de radiofrecuencia para crear imágenes. Tiene la
gran ventaja de que permite diferencia entre los tejidos y órganos sanos, de
los patológicos.
Los pacientes no requieren una
preparación previa exhaustiva, bastando con una limpieza previa del recto
mediante la administración de enemas.
Tomografía por
emisión de positrones (PET)
Está indicada para la
reestadificación del carcino colorrectal ante la sospecha de recurrencia y
cuando es susceptible de someterse a cirugía.
Los requerimientos para la
realización de esta prueba son:
Metástasis única o múltiple siempre que sea
resecable.
Elevación progresiva del CEA con pruebas por
imagen (TAC, RM) no concluyentes.
Valoración de la respuesta terapéutica de lesiones
metastásicas ante técnicas de imagen no concluyentes.
El cáncer colorrectal se produce
en el intestino grueso, que se divide en seis partes: ciego, colon ascendente,
colon transverso, colon descendente, sigma y recto. El cáncer en esta zona se
produce por fallos en el desarrollo celular, que da lugar a células anormales
(cancerosas) que al reproducirse forman tumores que pueden sangrar u obstruir
el intestino, así como invadir o destruir los tejidos de alrededor. Los tumores
pueden ser benignos, que presentan un buen pronóstico y no invaden otros
tejidos, o malignos, en cuyo caso puede diseminarse.
Las células cancerosas pueden
extenderse por el organismo a través del torrente sanguíneo y el sistema
linfático, llegando a invadir otros órganos y tejidos. Esto es lo que se conoce
como metástasis.
Los tumores que se forman en el colon y en el recto pueden
ser benignos o malignos:
Tumores
benignos. No son tumores cancerosos, por lo que rara vez suponen un peligro
vital. Las células de este tipo de tumores no se diseminan a otras partes del
cuerpo.
Tumores
malignos. Este tipo de tumores son cancerosos y a diferencia de los
benignos, suponen un peligro para la vida. Generalmente pueden extirparse, pero
en ocasiones vuelven a crecer, por lo que normalmente se recurre a eliminar el tramo de colon donde se encuentra el tumor. Las células de los tumores malignos pueden
alcanzar otros tejidos y órganos a través del torrente sanguíneo o del sistema
linfático, formando tumores en otras partes del organismo (metástasis). Lo más
frecuente es que al diseminarse, alcancen en primer lugar los ganglios
linfáticos cercanos. La metástasis del
cáncer colorrectal suele afectar con más frecuencia al hígado.